23 de julio de 2010

¿Qué tengo yo para decir sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo? Esta pregunta, formulada de muchas formas, incluso con enunciados contradi

La agenda del debate público inevitablemente está diseñada por los medios -la vida política latinoamericana de esta última década nos mostró hasta qué punto. Quizás esto no parezca ninguna novedad, pero sí lo es en la medida en que hoy en día la legitimidad de los gobiernos, y por ende su estabilidad, dependen en parte del lobby de las empresas mediáticas. Pero si en algo demuestra este gobierno su capacidad asombrosa de recomposición, es precisamente en la velocidad que ha tenido, desde el conflicto por la 125, para imponer la agenda antes de que las empresas mediáticas y la oposición puedan llegar a una estrategia coherente. En este caso, también la Iglesia ha quedado tambaleando. Sin embargo, mal que les pese, el debate se dio en las calles: desde las paredes hasta Internet, pasando por las convocatorias desesperadas de la Iglesia, nutridas en su mayor parte por la población cautiva de los colegios católicos y los sectores más reaccionarios de la población.

“Matrimonio gay” fue el título que prefirió la prensa amarilla, frívola por definición, incapaz de presentar una lectura que plasme lo más saludable que tiene la noticia: miles de personas, independientemente de su apetencia o identidad sexual, pudieron en estos días debatir sobre los límites y los alcances de la igualdad civil, frente a los desafíos que impone el derecho a la diferencia. Se trata de un hecho que cambiará decisivamente el acceso a los beneficios del estado para una parte de la población que, al margen de su número, pesa lo que pesa por su historia de invisibilidad, de discriminación y de lucha. La ampliación de la democracia nos muestra en esta ley una de sus formas, y es para festejar, por mucho que bufemos que el estado, en su razón de ser, es -y seguirá siendo- “un instrumento de las clases dominantes”. Extender los derechos civiles significa de hecho avanzar más allá de aquella vieja promesa liberal de igualdad.

Que haya sido posible la ampliación del matrimonio – o unión civil- a personas del mismo sexo, no sólo hace justicia a los años de militancia del movimiento homosexual, sino que además representa un avance en la calidad de vida de una sociedad que es capaz de sacudir sus prejuicios, de poner en ejercicio la igualdad, de mirarse al espejo sin máscaras.


Inés

No hay comentarios:

Publicar un comentario